Capaces se queda tirado en la entrada a San Julián y lo salva la F-100 y su benemérita eslinga
Hora Cero
Después de sendas noches en Puerto Madryn y Río Gallegos, las horas previas en Ushuaia se gastaron más rápido de lo previsto: la compra de souvenirs, la confirmación de la escribana (a las cinco y media de la mañana en un frío otoño, no es fácil rubricar un acta notarial) y un "tirito" hasta el Paso Garibaldi para escrutar el terreno que encontraríamos a la madrugada siguiente y hacer fotos.
El panorama fue desalentador, bastante nieve y más hielo del pensado. A la vuelta, Pisani se encargó de revisar por última vez lo autos (quería lavarlos, pero como llovía lo hicimos desistir), Tillous vació la tarjeta de memoria de su cámara digital y nos juntamos a cenar temprano en el hotel.
En la mesa desapareció la "algarabía" y las ocurrencias de noches anteriores: se había tensado la situación y todos, íntimamente, sabíamos que mañana comenzaba el juego grande. Contra los pronósticos de pegar el ojo antes de las 21:00 horas, a la medianoche todavía las luces de las habitaciones indicaban movimiento y nerviosismo.
Sonó el ansiado despertador telefónico. De noche, con un frío y una lluvia que se metía en los huesos sin pedir permiso, pusimos en marcha el operativo. De allí en adelante todo era incertidumbre y rumbo norte.
El transcurso del paso cordillerano estuvo salpicado por traicioneros planchones de hielo, que en las sombras se camuflaban certeramente. Muy estresante. Obligó a extremar precauciones por muchos kilómetros y cuando pensábamos que había pasado lo peor, en Tolhuin sonó la alarma helada de nuevo: las temperaturas bajo cero escondían trampas en los lugares menos pensados.
Primera carga en Río Grande, café express para todos y el regalo de un amanecer increíble que anunció un día despejado, 100% patagónico y con mucho frío. Los motores no se paran y los minutos detenidos se abreviaron a lo mínimo indispensable.
Hasta la balsa chilena marchamos sin mayores novedades y atendiendo las velocidades máximas del país trasandino, bastante más "sensibles" con las patentes argentinas por cierto. Aduana de ocasión después de "apilar" varios camiones y llegada al embarcadero diez minutos antes de lo previsto. La planilla de Figueras empezaba a poblarse de numeritos rojos y anotaciones varias.
En el trayecto final hasta Río Gallegos "levantamos" un poco para ser consecuentes con las pautas de consumo y reponer donde estaba previsto por la gente de YPF. En un viaje de cuarenta horas importa el promedio y el ritmo sostenido, no 15 km/h más de velocidad final. El tiempo se gana de otra manera.
Sesión de fotos frente al Lago Torrentoso, al lado del ex hotel del ACA
Con las tareas de repavimentación a flor de piel (nos tocó en suerte el tramo desde el Punto de Integración Austral hasta la ciudad de Río Gallegos, pero
toda la provincia de Santa Cruz se asemeja a un gran obrador), cuidamos mucho los autos en los desvíos de ripio y piedra suelta. Llegar con los Palio funcionando sin problemas hasta Jujuy era una premisa básica.
Esos tramos de Patagonia virgen -tremendamente solitarios, estremecedores y veloces-, para algunos puede ser anodinos, cansadores; para nosotros resulta una exquisita terapia de manejo distendido. Para los motores creemos que no: horas y horas de funcionar sin respiro.
Todo ese trayecto continental sirvió para marcar un poco la diferencia de todo el viaje. Sabíamos perfectamente que esas condiciones viales no se repetirían, por eso, sin traicionar los márgenes de seguridad, San Julián -con un viento cruzado que se empeñaba en sacarnos de la ruta-, Caleta Olivia y Garayalde (a la hora de la cena para el resto de los mortales) se sucedieron casi naturalmente, como si nos esperaran.
Aquí teníamos por delante una de las bisagras del operativo: el tránsito por la noche, después de una jornada que había arrancado muy temprano. La dieta esencial fue comer muy poco, hidratarnos muy bien y con cada carga de nafta súper "ponernos"algo caliente en el cuerpo. Después, cada uno tenía su receta: bien los infaltables rubios de Figueras o las dosis de Los Chalchaleros de Tillous.
Tillous inspirado en la tarde y con la silueta del Nuevo Palio
Fue una noche larga y agotadora. De músculos tensos, donde se pudo pegar el ojo recién después de dos turnos. De a poco el cansancio fue un bichito que empezamos a llevar dentro y con el que luchamos sin bajar la guardia. Igualmente la premisa era definitiva: si se complicaba, stop obligado hasta recuperar las mejores condiciones. No hizo falta.
Tanto el ramillete de localidades que enlazamos entre Uzcudum (capital nacional de la "U", según el Negro Neira), Trelew, Puerto Madryn, Sierra Grande, San Antonio Oeste y General Conesa, como el tándem Río Colorado, Padre A. Buodo, Santa Rosa, Winifreda y Huinca Renancó, fue más rápido de lo previsto. La merma de tráfico facilitó las cosas y sólo un choque en la ruta (marchando tras la caravana de ambulancias) nos sacó de nuestra "burbuja viajera".
El nuevo día no llegó nunca, se quedó con lo ecos de una noche cerrada. Asomó, por fin, no el sol, sino una tenue claridad gris -casi como de compromiso a la altura de Vicuña Mackenna-, pero también lo que sería una constante de allí en más: la persistente lluvia que ralentó todo y obligó a marchar muy atentos por las condiciones de la calzada. A partir de este punto ya nadie durmió hasta el objetivo final: el que no manejaba era de gran ayuda asistiendo al que debía llevar el volante: cambio de música, charla y observación atenta del camino.
Recarga en Río Gallegos con un frío que obligó al café doble
Después de Río Cuarto, promediando los 3.000 km de marcha fuimos debajo de un aguacero. Coincidimos, después de Totoralejos, en no preocuparnos tanto por el promedio (el reloj se empezó a estirar respecto del ideal) como por arribar a La Quiaca, fin primero de toda la movida. En Jesús María el denso tráfico de la Ruta 9 congeló los relojes, por lo que decidimos hacer un breve "stop and go". Se renovó la energía para el envión final.
El sol acompañó, más adelante, con un poco más de ganas, pero tampoco para entusiasmarse, fueron minutos. El continuo paso por localidades, semáforos y lomos de burro nos hacían extrañar las interminables rectas patagónicas.
La localidad santiagueña de Frías marcó un pequeño hito. Cansados y con inocultables ganas de llegar, la frase de Maggi cayó como una palmada en el pecho de Timoteo Griguol en el entretiempo: "Vamos que estamos a tres tanques del final". Nadie nombraba a La Quiaca, todos queríamos llegar al final,
fuera donde fuera. Ese fue un espaldarazo psíquico que fue determinante, no había mucho resto en ninguno de nosotros.
Camino a la aduana chilena le regalamos este panning al fotógrafo
Pero como si el destino hubiera fijado un laberinto de dificultades, promediando la tarde volvió la lluvia. Si las rutas santiagueñas eran para respetar de noche, las de Tucumán fueron de temer.
A la ausencia casi total de señalización se le sumó un estado general lamentable (puede desaparecer en un centenar de metros y pasar a ser un "casi ripio", como si nada) sin olvidar que en plena autopista encontramos sulquis, motos de contramano, familias caminando como si fuera Caminito... un aquelarre tan lamentable como peligroso.
Encontramos más tránsito del esperado a la altura de Metán, el odómetro parcial se clavó en 3.863 km, faltaba sólo un tanque (en San Salvador de Jujuy) pero el camino se empezó a hacer cuesta pronunciada y a enrular... y la lluvia siempre. Parecía un Non Stop de limpiaparabrisas. Se redobló la atención, pero el cansancio también venía con aguinaldo.
Si bien varias veces tocaron las panzas, los chapones protectores cumplieron su cometido
Adentro de los autos había una especie de batahola indescifrable de ropa seca, polares mojados, planillas, botellas de agua vacías, envoltorios varios... y humanidades. Ni el Mono se calentaba a esta altura. El encanto de las sombras de lugares como Purmamarca o Tilcara fue un reflejo fugaz, ya habría tiempo para fotos mañana. Había que llegar.
Arribamos por fin a la esperada subida que conduce a la Quebrada de Humahuaca y, como ya nos habíamos acostumbrado a la lluvia, nos encontramos con unos densos bancos de niebla que casi acaban con nosotros y nuestros maltrechos nervios.
La alegría de la llegada fue fugaz, el agotamiento se llevó todo. Ni tiempo para apunarnos un poco, sólo nos interesaba pararnos frente al escribano para que "constatara" que éramos nosotros, los mismos que cuarenta y tantas horas habíamos salido de Ushuaia. Los autos regulaban a 3.500 metros y después de 10.000 km como si recién hubieran salido...
Rostros felices y distendidos junto a Rubén Caluba del concesionario Fiat Fadua en la medianoche jujeña
Epílogo
La mayor parte del éxito en un reto de estas características se gesta en el trabajo previo, en el pre-scout, contemplando y analizando todas las dificultades posibles para -una vez surgidas éstas- saber qué decisión tomar y poder superarlas.
Y en esto, el trabajo realizado fue minucioso, detallista y obsesivo. El profesionalismo con el que cada integrante encaró sus obligaciones hizo que una vez iniciado el viaje la única preocupación fuera conducir de manera segura y respetar lo pautado. No hubo fisuras organizativas por donde pudiera colarse algún imprevisto, más allá de los naturales en una operación de alto riesgo como ésta.
Este viaje nos demostró, in situ, las cualidades de un producto del segmento reciente, superando una exigencia concreta y en condiciones reales (lejos de las "ideales" de un laboratorio de ensayo), con exigencia plena, circulando por las rutas y caminos que no siempre ha de transitar el potencial usuario.
Sólo golpeamos un poco el chapón inferior y se fatigaron los amortiguadores delanteros. Pero no pudimos encontrar ruidos internos, fallas de motor o consumos de aceite mayores a los especificados por fábrica. No se cayó nada y nada dejó de funcionar.
Y esto no es cuento. Internamente y para los que nos siguen todos los meses fue una prueba fiel del profesionalismo, temple y compañerismo necesarios para cubrir las expectativas depositadas por Fiat. Imposible obviar desde lo periodístico la posibilidad de enhebrar en poco más de cuarenta horas de ininterrumpida de marcha, las diversas condiciones sociales, culturales y viales que hacen a la realidad Argentina, aunque fueran estrellas fugaces que desfilaron por las ventanillas.
Además de compartir un viaje impensado, que Figueras juró, no se repetirá...
Por Equipo de Pruebas
Fotos Miguel Tillous
Salida de Caleta Olivia en el viaje de ida, cuando todo era diversión
En primera persona
Un viaje de ida
Este viaje lo cristalizo desde dos ópticas diferentes pero paralelas en mi vida: la profesional y la humana.
Me enfrenté a una nota distinta y fue mi primer viaje junto al Equipo de Operativos Especiales (un team con muchos años y kilómetros encima, que se conocen con pelos y señales sin mirarse, e inspira respeto para los "foráneos" del staff).
Pero, debo reconocer que tenía miedo, que el cansancio -físico y mental- pusiera un signo de interrogación después de veinte horas de marcha, el promedio natural al volante que tienen estos "enfermos de automobilia".
Creo, íntimamente, que conseguimos una nota interesante, atractiva para nuestros exigentes lectores y pusimos a prueba a la última presentación del segmento B en un operativo concluyente. Un viaje fantástico que nos permitió unir "en un día eterno" los extremos del territorio nacional.
También fue una prueba determinante para los autos. De hecho varias terminales coquetearon con el sí, pero fue Fiat la que asumió el riesgo y confió en at. Mi contacto con las generaciones anteriores de la gama Palio había sido casi nulo, por lo que arranqué "libre" de vicios y preconceptos.
Por contrapartida, en los últimos meses manejé la mayoría de los rivales directos que sale a enfrentar este 1.8 HLX, lo que me amerita a afirmar que esta generación puede convertirse en una opción de real valía.
Es un auto que no cansa con las horas (en un viaje así el veredicto es determinante), que se lleva fácil en la ciudad y la ruta, con una postura que "fue" muy bien para casi mi metro ochenta. En el interior no apareció ningún grillo ni se aflojó nada, lo que habla de una calidad constructiva esmerada; el motor ofrece otra "mirada" para el usuario de la marca: es mucho más progresivo, quizá menos picante, pero más suave. Sin ocultar su alegría en la franja final del cuentavueltas.
En tren de mejoras, y a título personal, optaría por una amortiguación / suspensión más firme, pero es verdad que en ciudad ofrece gran confort y es su ámbito natural de uso; y resultó un poco voraz más allá de los 130 km/h. ¿El auto en una frase?: Fiat tiene paño para medirse con todos los cucos del segmento B.
Por último no quiero dejar de reconocer el valor humano de la experiencia vivida. No es fácil congeniar la vida de cinco personas con disímiles gustos, edades y estilos.., arriba de dos autos y por casi dos días sin parar. A pesar de la tensión por el desafío encarado, los momentos más difíciles, el hielo, la lluvia y el cansancio, no se perdió el buen humor, la camaradería ni el respeto.
Para lo lectores que nos siguen desde hace años: el Colorado ("Mr. Time") es tan estricto y obsesivo con los horarios, las paradas y las llegadas tal como lo "pintan"... o más; al Mono Pisani le compraría un par de zapatos con veinte años de uso; las sesiones de los Chalchas Made by Tillous pueden llegar a siete horas non stop; los reflejos y la seguridad de Mariano permitieron que pudiera pegar un ojo con total tranquilidad.
Llegué muerto y no quise manejar nada por tres días, pero a la semana ya estábamos pensando en la próximo salida...
Claudio E Capace
"No fue un paseo"
El proyecto estaba en carpeta desde hacía un tiempo. Quedaba buscar el momento oportuno para concretarlo y la terminal o importador que se interesara en una prueba inédita, que jamás nadie había intentado.
En reuniones previas evaluamos los pro y contras, las condiciones climatológicas en el sur patagónico, el estado de los caminos, los horarios de la balsa y, especialmente, el grado de cansancio de los conductores en un operativo que uniría Ushuaia con La Quiaca sin escalas sobre más de 4.300 kilómetros y que demandaría casi dos días completos de marcha con detenciones sólo para reabastecer combustible, comerse un alfajor, tomar un café o una gaseosa y sentarse otra vez al volante.
Mariano Maggi y quien esto escribe, compartíamos la idea que no serían necesarios más de dos conductores por auto. Capaces asumió una posición neutral y el Mono Pisani, tiró sobre la mesa sus dudas como para que fueran analizadas por todos. La conclusión fue que aunque con mucho esfuerzo, se podía cumplir el recorrido manejando dos turnos (o dos tanques) cada uno.
La fecha tope para iniciar la prueba era la primera quincena de mayo. A partir de allí, los caminos del sur y de la isla comienzan a complicarse por nevadas y/o heladas. Otro tema a definir eran los dos autos a utilizar y Fiat, aprovechando el lanzamiento del Palio 1.8 HLX, aceptó el desafío en forma inmediata.
Después de casi dos días sin bajarnos de los Palio, fuimos a dar una vuelta por La Quiaca ... en auto
Rumbo al punto de partida en Ushuaia, con escalas en Puerto Madryn y Río Gallegos llegamos a la capital fueguina el 10 de mayo para comenzar el operativo el miércoles 12 a las 6.05 de la mañana (escribana mediante) desde la puerta del Hotel Canal de Beagle.
Bien descansados y con buen ánimo pusimos proa a La Quiaca, unos 4.300 kilómetros al norte. Un poco de nieve, otro tanto de hielo pero no tan complicado como utilizar cadenas y de ahí en más largas rectas, escaso transito, buen clima y temperaturas bajas pero sobre 0 grado.
Al día siguiente deberíamos conducir durante 1.200 kilómetros bajo la lluvia, desde Vicuña Mackenna hasta Jujuy entre autos sin luces, carros, motos, bicicletas y peatones que cruzaban la Ruta 9 imprudentemente como si fuera una calle del barrio. Fue el momento de mayor tensión y de menor visibilidad cuando ya nuestras extenuadas humanidades clamaban por un merecido descanso.
A las 23.25 de la noche del jueves 13 de mayo, llegábamos a La Quiaca con una temperatura de -5 grados y la natural falta de oxígeno debido a la altura (3.400 m.s.n.m)., a cuyas puertas nos esperaba el concesionario de Jujuy (Fadua S.A.) junto a un escribano que certificaba la hora de llegada de los Palio. Comida caliente pasada la medianoche, tras dos días de abstinencias alimenticias y la soñada cama en el Hotel de Turismo.
El cansancio extremo se diluyó en parte con la satisfacción de haber cumplido con la misión impuesta. No fue fácil. Requirió más esfuerzo del que suponíamos, tanto que no está en nuestros planes un nuevo intento.
Carlos F. Figueras
Las "pistas húmedas", una constante que acompaña en casi todo el trayecto
"El valor de siempre"
Cuando me convocaron para este Operativo, la primera reacción fue de cautela: si bien tenemos recorridos en junto al Colorado millares de kilómetros en distintas épocas, autos y condiciones a lo largo de varias décadas, éste desafío significaba dar un paso más allá. Distinto a lo conocido.
Soy cauto por naturaleza y al pormenorizarme de "la vuelta" no pude menos que sopesar la resistencia del plantel de conductores; del auto, por experiencia propia, sabía que llevándolo con cuidado no ofrecería problemas.
Creo que no me equivoqué y este Non stop fue realmente extenuante, para los pilotos y las máquinas. La íntima satisfacción del deber cumplido y el recuerdo de un viaje inolvidable le dan un sabor dulce a un viaje que todavía "recuerdo" en todo el cuerpo.
Rodolfo Pisani
La Puna regaló la escenografía final después de más de cuarenta horas agotadoras
"Una generación superior"
El cambio radical que presenta la nueva serie Palio básicamente me gustó. Tanto en la estética exterior, como en el nuevo tratamiento de los interiores me parece un auto logrado.
Si nos referimos a la dinámica, lo "sentí" con similares virtudes y defectos que en el anterior operativo Fire: una vez que se conocen sus límites no traiciona.
Los frenos me parecieron bien balanceados, la postura de manejo muy buena y el comando de la caja macanudo. Debo reconocer que me costó acostumbrarme a la sensibilidad del acelerador electrónico, pero es una cuestión de tiempo.
Respecto del operativo -después de seguir a Figueras en tantas "locuras" y una vez que se decidió hacerlo con una dupla por auto- admito que me acobardó un poco: nadie sabía si se iba a poder completar según el plan teórico. Es para hacer una vez, sin dramatizar.. y no intentarlo nunca más.
Mariano Maggi
Atardecer al norte de Córdoba, empezaba la noche eterna