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Gustavo López Productor de Seguros

Test del Ayer

Pruebas de autos argentinos

Por Gustavo López
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Chrysler Valiant IV - 1967

El gran viajero

Revista Automundo Nro 101. Abril de 1967

 

Chrysler Valiant IV

Creemos que, al igual que los hombres, los autos tienen una personalidad, ubicarla en sentido de aplicación; definirla en tal forma que, llegado el momento de elegir, el potencial comprador conozca esa afinidad; despertar en su conciencia la necesidad de armonizar ambos temperamentos es parte de nuestra labor. La otra es decir, con claridad, que se puede esperar de ese automóvil, en ambos casos, con honestidad

Quizá uno de los momentos más agradables que tiene la función de "tester" es aquel en el que debemos familiarizarnos con un vehículo.

Es un compañero nuevo. No sabemos si será amigo o no. Hay que descubrirlo. Al hacerlo, se va develando la personalidad del auto. Que la tienen, no nos cabe duda alguna pero, lo difícil es valorarla cuando no coincide con la nuestra.

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¿Está acaso inmune el "tester" de la atracción que significa una correlación de personalidades?. La humana y la mecánica pueden ser dispares, o tener puntos de contacto o ser coincidentes.

Chrysler Valiant IV

De la mayor o menor graduación de las afinidades resulta, las más de las veces, aquel terminante "este auto me gusta" o "aquel auto es para viejos" o "ese es un auto de playboy". De donde la injusticia, muchas veces reina en sus fueros.

Los conceptos que anteceden concurren, en cierta medida, a hacer la tarea del "tester" más difícil, lo que simultáneamente quiere decir más atractiva, por cuanto en la búsqueda de esa personalidad se suceden una serie de pruebas cuyos resultados conforman, básicamente, las conclusiones de un "road test".

Clarificados los conceptos, necesidad que se valorará a lo largo de estas páginas, tenemos el gusto de llegar a ustedes con el relato de una experiencia, los resultados de las pruebas cronometradas y un salpicón de pros y contras de más y menos, que se irán desgranando a partir, exactamente, del próximo párrafo.

Chrysler Valiant IV
Curva de Ascari. Los problemas de tenida, como problemas de tenida, no existen. Se entra y se sale con todo gas. El auto tiene una ligera tendencia sobrevirante, fácilmente corregible desde el puesto del piloto o, también, variando la presión de los neumáticos. El rolido existe, pero no adquiere caracteres alarmantes hasta que el auto es, en exceso, tirado. El problema se viene... cuando hay que frenar para la entrada a los mixtos

Chrysler Valiant IV
Si se frena a los 100 metros se llega bien. Allí, en la entrada a mixtos, elegimos un radio abierto para la inclinación cerrándolo sobre el eje de la curva. El auto, así, se apoya mejor y sale con potencia en dirección a la "ese". La reiteración del proceso, hace que el pedal vaya achicando la distancia que lo separa del piso del auto. Pero... en el uso diario... ¿quién repite ese proceso?

Nos sentamos en el Valiant IV

Estábamos, todavía, dentro del predio de Chrysler Argentina, acompañados por el señor García Navarro. Nos pidió que le acercáramos a su oficina distante pocos metros. Nos sentamos al volante. Instintivamente, la mano izquierda busco destrabar el asiento para desplazarlo. En el intento triunfamos en la inmediata localización de la traba, pero fuimos derrotados en la intención. El asiento estaba corrido, todo cuanto era posible, hacia atrás.

La cercanía a pedales y controles, en el primer momento, nos pareció excesiva. Luego, al impresión desapareció con la costumbre.

Cumplidos los últimos requisitos, que bien pocos son los que establece la fábrica para la entrega de la unidad, fuimos despedidos con cordialidad.

El Valiant IV y AUTOMUNDO sería, de ese momento en más y por un lapso de 30 días, compañeros inseparables.

Disfrutando de la tarde, del sol, del inimitable perfume a "auto nuevo" y de la natural agudeza de las nuevas sensaciones, enfilamos hacia la editorial.

Durante el viaje, fuimos estudiando el habitáculo. A nuestra derecha parecía extenderse -hasta la puerta opuesta- espacio suficiente como para que dos acompañantes robustos encontraran lugar y disfrutaran, con comodidad, del paseo. La visibilidad, buena. El parante izquierdo crea un punto ciego, pero lo suficientemente atrás, como para no entorpecer una visión "panorámica" de las cosas.

Chrysler Valiant IV
Tiramos en la curva anterior al cajón. El resultado se aprecia a simple vista. El rolido es más pronunciado, pero las ruedas directrices apuntan hacia la línea de marcha. No hay sobrecorrecciones

El volante de dirección, de regular tamaño, no esconde la lectura del tablero instrumental, que consta del velocímetro hacia la izquierda, de nivel de combustible, termómetro de agua, y luz indicadora de presión de aceite. Hacia la derecha, un solo instrumento, el amperímetro, completa la totalidad del instrumental.

El resto de controles manuales operan el limpiaparabrisas, calefactor, luces de estacionamiento y ruta, el contacto y el motor de arranque.

El freno de estacionamiento es de suave accionar manual y efectivo en la inmovilidad del automóvil. Una luz de advertencia, ubicada en la parte inferior izquierda del panel, recuerda al olvidadizo conductor -en cuanto éste cierra el circuito- que aquél se encuentra colocado.

La primera característica del Valiant IV que hizo mella en éstos, los primeros tanteos, fue la notable suavidad de marcha que entrega en el tránsito. La dosificación gradual de potencia permite un desplazamiento veloz, sin caer en ningún índice de brusquedad.

El volante de dirección es de accionar muy suave y no transmite al conductor las irregularidades del camino. Su relación, 28.7:1, colabora en la sensación de no esfuerzo, y facilita la "blandura" de la maniobra de estacionamiento pero, como en todo, no se puede estar con Dios y con el Diablo. La innegable consecuencia de estas ventajas es una disminución de velocidad de reacción de las ruedas directrices, frente al requerimiento que emana de una emergencia. Pero éste es otro tema y lo trataremos en el lugar oportuno.

Los frenos, accionados por un dúo servo de acción simple, son sensibles a la acción del pedal, y graduando la carga sobre éste, se logran detenciones rápidas y suaves en el tránsito ciudadano.

Pusimos la radio. Graduamos el tono. La melodía era agradable. Fuimos bajando el volumen hasta que la segunda impresión hizo nido: el Valiant IV es un auto silencioso. Buscamos, exprofeso, el empedrado. Las dos características que habían aflorado no encontraron, en los desniveles del piso, un enemigo de significación.
El auto siguió siendo suave y silencioso.

Chrysler Valiant IV
¿Capacidad del baúl?. La ilustración habla por sí sola. No pusimos más porque no había más. Lo que es discutible es su hermeticidad al polvo. En contraposición, el espacio destinado a los ocupantes del asiento trasero -de acuerdo con las dimensiones generales del vehículo- puede considerarse como reducido

Mirándolo de cerca ...

... el Valiant IV tiene características que dan pie al comentario. Como "tuerca" que somos, muy rápidamente echamos la primera ojeada dentro del vano motor. El capot, que se destraba con facilidad, al levantar su considerable humanidad deja a la vista el motor que Chrysler ha bautizado como "Slant six". Su inclinación, en relación a la vertical, es de 30 grados. Un generoso filtro de aire ocultaba, por completo, lo que resultó ser un carburador Holley R 2887 A, que recibe el caudal de combustible de una bomba de nafta Cárter.

De los 3.687 cm3 que albergan los seis cilindros en línea, que alternativa y fraccionadamente comprimen los pistones en una relación teórica de 7.3:1, nace la potencia que impulsa al Valiant IV. Su torque máximo reside en un muy escaso número de revoluciones de motor. Son 206 libras / pie, a sólo 1.000 rpm. El responsable de esto, además de la distribución del trabajo del tren de válvulas, es el carácter de motor lungo que le confieren los 86.4 mm de diámetro de cilindro, al jugar con los 104.77 mm de carrera del pistón. Bien puede definirse, al Slant Six, como un motor de bajo régimen de rotación.

¿Lugar en el vano motor?. De sobra. La accesibilidad a todos los órganos mecánicos es excelente. Hablando de lugar... ¿Alguna vez abrieron el baúl de un Valiant IV?. Sin que nuestra ascendencia sea discutida y pretendidamente reemplazada por andaluza, cabe decir lo que cabe. Amén de las valijas de la familia... ¡hasta alguno de sus integrantes!.

Chrysler Valiant IV
El cajón y la horquilla son obstáculos que revisten, para el Valiant IV, exigencias similares. Los resultados, por consiguiente, también lo son. Tanto en uno como en otro sentido, las ruedas quedan bien apoyadas en el suelo, sin restar tracción por la falta de un diferencial autoblocante. En las ruedas externas, si bien la pared de los neumáticos adquiere notable deformación, la banda de rodamiento permanece inalterable en su contacto con el suelo

Claro que no hemos afirmado que han de viajar cómodos. Ni libres de polvo. Eso es harina de otro costal y la amasaremos cuando el momento llegue. Nos referimos, por cierto, a la comodidad que brindan los asientos, pero también a la tierra que penetra dentro del baúl.

¿Puertas?. Amplias, cómodas. ¿Ascenso y descenso?. Correcto. ¿Visibilidad retrospectiva?. Buena.

¿Lo observamos de afuera?. No nos impresionan como excesivos los 5.4 metros de su largo total. Creemos, si, que si en otros países puede ser considerado un auto "de los medianos", en el nuestro es de los grandes.

El tratamiento de estilo permite que, pese al tamaño total, las líneas sean ágiles y, hasta en cierta forma, agresivas. El rediseño de la trompa, en cuanto hace a la carrocería, la diferencia fundamental que lo distingue de su hermano anterior, el Valiant III. Hemos puntualizado: fundamental. El resto, es de detalle. A la gracia de las líneas de conjunto, se suma la medida con que se ha utilizado el recurso del cromo y las baguetas. Los cubrerruedas mantienen el toque de sobriedad y el resultado, dentro de la elasticidad de gustos, puede ser correctamente catalogado como elegante.

Una palabra para los paragolpes. Nunca más correcta su denominación que en nuestro país, donde los pobres reciben su cuota diaria -mezcla de "qué me importa" e iracundia- en las sacudidas filas de nuestro caótico estacionamiento.

Al verlos a estos destinatarios del empujón alevoso, nadie diría que son capaces de cumplir su función con eficacia. Sin embargo, lo hacen. Más aún, el material del que están construidos y la estructura que forman agregan resistencia adicional a un diseño feliz: función, sin ostentación; protección, sin ataque.

Chrysler Valiant IV

Una crítica pequeña para las luces de posición delanteras. Estéticamente inobjetables, su falta de protección es sólo aparente. ¿La crítica?. Cuando la humedad se mezcla con el polvo del camino, el valor de su función disminuye a niveles muy pequeños. En nuestro país, donde no rige la obligación de utilizar de continuo -en horas de la noche, por cierto- los faros bajos, aun en centros poblados, las luces de posición del Valiant IV se encuentran demasiado vulnerables a la opacidad que surge de la frecuente combinación de regular tiempo y peor camino.

El Valiant IV en la ciudad

El arranque del motor es instantáneo. En cuanto la llave pasa de la posición de "contacto" a la de "marcha", el motor deja oír su respuesta. Si no está dentro de la temperatura normal de funcionamiento, la respuesta es acelerada. No en su más repentina aparición, sino en su ritmo. Un cebador automático es el responsable de ajustar, por su cuenta, la mezcla de combustible, enriqueciéndola en el periodo de calentamiento.

Lo expuesto, que es una ventaja sin vuelta de hoja, puede producir cierta incomodidad al conductor no avispado, en cuanto hace a la reacción que espera del automóvil cuando, por una circunstancia originada en el tránsito, se retira de repente el pie del acelerador. La acción de frenaje que normalmente se espera se ve demorada por la acción de regulación automática de la mezcla de combustible. Alcanzada la temperatura normal de funcionamiento, la acción del cebador desaparece, tal como lo hace, en la práctica, la situación apuntada, por la acción del hábito.

Manteniendo presentes las dos primeras características del andar del Valiant IV, suavidad y escaso índice de rumorosidad, intensificamos su uso en las calles ciudadanas en la búsqueda de otros matices.

Embrague y controles de aceleración, excelentes. Acción de la leva de la caja de velocidades, corta y precisa. La relación de los engranajes de primera velocidad, 3.02:1, permite la obtención de una reprise de acuerdo con las modalidades de un tránsito ágil.

El pase a segunda velocidad, 1.76:1, mantiene un ritmo de aceleración interesante. La tercera, que es directa, gracias a la excelente flexibilidad del motor y a la ubicación de su torque máximo, puede mantenerse aun a velocidades muy bajas. La exigencia de plena carga, mientras el auto se desplaza a no menos de 30 km/h, es soportada por el motor sin sobresaltos y sin que se haga presente el fenómeno de detonancia.

Chrysler Valiant IV
Hablábamos de doblar. Esta acción se registró en la cuesta de Miranda. Quien la conoce sabe que el piso es un ripio muy fino, mezclado con tierra suelta. Nuestro testeado superó, en esta forma y medida, los inconvenientes que el camino oponía a su velocidad de trepada

Estimamos que, por las circunstancias expuestas, es que la acción de los sincronizadores -muy efectivos en segunda y tercera- no se encuentra en la primera velocidad.

Para el no iniciado, esto implica la necesidad de detener la marcha del vehículo para colocarla. Para el resto, un doble desembrague basta. Pero... claro está, la pregunta ha de surgir. ¿Es o no es necesaria la sincronización de la primera velocidad?. La respuesta es honesta.

Dadas las características de diseño del motor y la relación de segunda velocidad, no es necesaria. Más aún, hemos probado iniciar la marcha en segunda velocidad, prescindiendo de la primera, sin escuchar protestas de la planta motriz, ni que la presencia de tironeo nos hiciera aparecer frente a los ojos de algún ex inspector municipal, como aprendices, en la muy probable infracción de carecer de registro de conductor habilitante. Claro que, en honor a la verdad, el hecho de afirmar que no sea la sincronización de la primera velocidad necesaria, no implica negar que su presencia sería cómoda.

Mientras, diariamente, agregábamos nuestra cuota de experiencia sobre el auto y nos hacíamos amigos del mismo, el recuerdo de la popularización de una supuesta característica del Valiant IV fue el motivo de un cambio radical de las exigencias que nuestra conducción imponía.

Hemos oído hablar, como casi todo el mundo, la afirmación de que este auto no frena, que este auto no dobla.

Para exigir el freno, en el tránsito urbano, no hay otro remedio que andar ligero. Eso, por su parte, nos haría doblar ligero. O chocar rápido. Aventamos la última posibilidad de nuestro magin y nos dedicamos a ser ágiles, en un Valiant IV.

Descubrimos primero que la fuerza del motor no existe sólo en los catálogos. También bajo el capot. Que la caja de velocidades y el diferencial son aptos para transformar y transmitir. Que la relación de la caja de dirección es más bien elevada para este tipo de tarea, pero convengamos que este tipo de tarea no es lo que, razonablemente, se espera del auto.

Con todo, insistimos. Nos guiaba un propósito que, durante el "road test" y las pruebas de autódromo, logramos llevar a cabo en forma exhaustiva. Estos fueron, apenas, tanteos. Aun en este uso abusivo, pero dentro de las limitaciones que impone la forzosa convivencia en las calles con el sinnúmero de especimenes que la pueblan, el Valiant IV no mostró ninguna de las características negativas que cierta maledicencia le había atribuido. El auto puede ser ágil, dentro de márgenes de seguridad. Para, sin merma de la capacidad frenante. Dobla, sin que el corazón deje su cavidad habitual, para llegar hasta la boca.

Estas mismas características serán analizadas, con insistencia, a lo largo de esta nota, no porque asignemos a la personalidad del vehículo cualidades deportivas, sino porque forman parte de las condiciones de seguridad del automóvil y, como tales, adquieren singular preponderancia.

En la densidad de la "city", toda vehemencia conductiva se encuentra fuera de lugar. El Valiant IV, pese a otros "hogares" que hemos encontrado para él, a lo largo de paisajes argentinos, se encuentra aquí como en su casa. Con precisión de tornero, pese a su tamaño, se desliza por el tránsito. La conducción carece de esfuerzo, la concentración es un lujo casi prescindible y, a la hora de estacionar, dejamos las inhibiciones producidas por el tamaño del vehículo a la suavidad de la entonces muy agradable caja de dirección, y a la eficiencia de un diámetro de giro de sólo 11.75 metros.

Chrysler Valiant IV

Chrysler Valiant IV
Entre Catamarca y Lavalle, trepando por el Portezuelo, se abre frente a los ojos una meseta que ocupa la parte superior de la cadena de montañas. El camino que la atraviesa es de ripio grueso, de características que en forma habitual definimos como sinuoso ágil. En él quisimos probar las condiciones de estabilidad, para este tipo de terreno del Valiant IV. No hace falta decir mucho. Nos remitimos a las ilustraciones con sólo una recomendación: el estudiar el ángulo que forma el auto en relación al radio de curva de la primera ilustración y cómo se aferra al centro del camión es la siguiente

El primer intento, en la ruta

El recorrido realizado conforma uno de aquellos clásicos circuitos turísticos. Buenos Aires - Río Cuarto - Embalse del Río Tercero - Villa del Dique - Dique Los Molinos - Carlos Paz - el Valle de Punilla hasta Capilla del Monte, y regreso.

El trazado implica buen pavimento, rectas muy veloces, curvas amplias, un corto tramo de tierra, ubicado éste luego de la ciudad de Río Cuarto, el muy estropeado camino de tres metros que conduce a Embalse, el estupendo sinuoso veloz, de mucho ritmo, que nos acerca a Villa del Dique, el trabado del dique de los Molinos, las escondidas acechanzas del aparentemente inocuo Cuesta del Águila, sobrepasada la cual, enfrentamos el descenso a Carlos Paz.

El resto, son sólo 70 kilómetros de magnífico pavimento, donde se dan cita automóviles de todos los rincones del país -sobre todo de ciudades vecinas a la Mesopotamia Argentina- conducidos, salvo honrosas excepciones, por quienes se suponen reyes de una de dos cosas. O del volante, y son un peligro. O del camino y son una molestia.

Entre unos y otros deslizamos nuestro Valiant IV -lo de nuestro es sólo una licencia literaria- en que cumplió ambas versiones del recorrido, incólume a las asechanzas de "los veloces" y harto de usar su bocina ante la pasividad de los indiferentes.

Hay momentos que entendemos a quienes agregan al civilizado "claxon" que provee la fábrica, la estridente acción de "la rutera", que despeja el camino de quienes se sienten sus dueños, con la imaginaria o a veces real amenaza del monstruo de 10 toneladas.

Al regreso, luego de haber pagado agradable tributo de cortesía a los amigos en "la tuerca" de La Falda, La Cumbre, Cosquín y Capilla del Monte, regresamos a Carlos Paz. Allí, la tentación pudo más.

Chrysler Valiant IV
Cuando se viaja rápido, a veces, pasa lo que ilustramos. El badén llega de improviso, es más profundo de lo que podíamos suponer y, antes de darnos cuenta el auto se ha zambullido en él. Luego trepa, buscando salir del encierro. Cuando el camino retoma el nivel, si las circunstancias están dadas, los autos pueden recordar con envidia al objeto de los desvelos de los hermanos Wright y remontar vuelo. La experiencia buscada sirve para poder contar a algún viajero veloz, pero de relativa habilidad, que debe esperar que suceda en este caso. Es sencillo, no sucede nada. El auto salta bien, cae bien y sigue bien

¡Qué ganas de ir a verlo a Don Juan, el estupendo anfitrión de El Cóndor, que siempre nos espera con una sonrisa y una trucha recién pescada, allí, donde la trepada de Copina decide serpentear, hasta transformarse en el descenso a Mina Clavero!. Del pensamiento a la acción existió sólo la interrupción originada en una noche de descanso. A la mañana siguiente, trepamos. El camino estaba duro, pedregoso.

En la cima, tan acogedora como siempre, se alzaba El Cóndor. En Los Cóndores, Don Juan, y en la canasta de éste, todavía perlada por el agua de la vertiente, una trucha.
Luego de la imaginable consecuencia, salpicada de anécdotas y recuerdos, iniciamos el descenso. De inmediato, el regreso.

Ya en Buenos Aires, al traducir las anotaciones de nuestro libro de viaje y dar forma a las impresiones recogidas, nos encontramos con alguna sorpresa.

Las pruebas realizadas para comprobar la exactitud del velocímetro, nos habían puesto frente a uno de los ejemplares más exactos que hemos tenido ocasión de "chequear". El cuadro correspondiente despeja toda duda.

Descubrimos, una vez más, que las "mentiritas blancas" pululan en el ambiente como las mariposas de verano en las cercanías de Rafaela. De todas las velocidades topes que de la experiencia ajena hemos tomado nota, para esta marca y modelo, la nuestra es sensiblemente inferior.

Todos los intentos realizados, mediando camino a nivel e inexistencia de viento, se clavaron en la misma cifra: 148.760 km/h. Por cierto que no afirmamos que ésta sea baja. Es más que suficiente para cualquier conductor que esté en su sano juicio. Sólo afirmamos que es inferior a la que el gran público o el personal orgullo del común de sus propietarios, le asignan.

Pero aquí una pausa vale la pena. Y en la pausa la pregunta. ¿Como se comporta el Valiant IV a 150 km/h?. ¿Qué hay de su inestabilidad, de que es difícil llevarlo?. Pamplinas. Tiene una estupenda estabilidad direccional y enlaza las curvas amplias, mediando una correcta elección del radio, como si se hubiera pasado toda su vida haciendo lo mismo.

Chrysler Valiant IV

Por supuesto que esta consideración se aplica, también, a los sinuosos veloces y a los faldeos poco trabados. Cuando el camino, visto desde el aire se asemeja a una obra de orfebrería, del tipo de filigranas, allí es donde el Valiant IV paga la penitencia de ser tan cómodo de conducir y tan fácil de estacionar. Allí amigos, hay que mover las manitas.

Un chequeo de orden general, realizado en Buenos Aires, dio como resultado único, cierta inestabilidad en la acción de la llave de contacto.

Los datos de consumo se encuentran en el correspondiente cuadro y la planta motriz no necesita reposición de lubricante.

Una única observación: los amortiguadores, Todos sabemos el estado en que se encuentran las calles de Buenos Aires. Pero no todos saben, por eso lo decimos, que gran parte del test en la ciudad se realiza en la zona de Barracas, barrio que de acuerdo a nuestra experiencia personal se llevaría las palmas, de existir un concurso sobre quién tiene el discutido mérito de disponer de las peores calles de la ciudad.

Allí, éstos recibieron su castigo. Se acentuó el mismo en el camino de tres metros que se dirige de Río IV a Embalse. Por la necesidad de definir las condiciones de estabilidad del Valiant IV a alta velocidad -en 120 y 130 km/h- y en camino desparejo, con permanentes descensos a la banquina y trepadas al pseudo-asfalto, condiciones que estipulamos aquí como inobjetables, sumido al castigo de una trepada a Copina, realizada sin inhibiciones, los amortiguadores que equipaban al auto iniciaran cierta tendencia que podríamos definir como "no demasiado aptos para lo que les esperaba".

En consecuencia, y sabiendo nosotros lo que les esperaba, tomamos contacto con el buen amigo Bertolini, directivo de amortiguadores Decarbon, a quien le solicitamos nos proveyera de un juego de amortiguadores para Valiant IV, de la serie estándar, de su línea normal de producción.

Verificada y registrada esta circunstancia, nos preparamos para hacerle al Valiant IV la prueba de fuego.

Chrysler Valiant IV

Por los caminos del Noroeste

Nuestro circuito se ha hecho, casi clásico. Eximimos entonces, al lector, de su descripción. Baste mencionar que es un calidoscopio de asfalto bueno y malo, de ripio grueso y fino, de tierra firme y guadal, de trepadas abruptas, violentos descensos, mucho polvo, mucha piedra suelta, mucho calor.

En él se entrelazan los nombres de Uspallata, Barrial, Calingasta, San Juan, Huaco, Miranda, Patquia, Jachal, Los Colorados, La Rioja, Famatina, Chilecito, Catamarca, La Puerta, Singuil, El Pucará, El Alamito, El Clavillo, San Javier, Villa Nogués, Raco, Tafi Viejo y mil nombres más que tienen sabor a norte, a Gran Premio y a horizonte.

¿Que buscamos?. Exigir a un auto. Despiadadamente. Hacer que vuele en los badenes y lomos de burro, que pelee en el guadal, que doble en el ripio, que trepe en las más adversas condiciones. Imaginamos situaciones de emergencia y las llevamos a la práctica. Lo castigamos. Queremos descubrir sus bondades y puntualizar sus flaquezas. ¿Un ejemplo?. Con gusto. No uno, varios.

Lugar. Santiago del Estero. Temperatura a la sombra: 42 grados. Temperatura al borde del camino, a 30 cm del suelo: 63 grados. Hora: 13.45 minutos. La ciudad parece aletargada. Ni un mínimo soplo de brisa se hace presente. Sólo hay sol, calor y silencio.

En ese momento ponemos en práctica la situación de emergencia. Un viaje urgente a Tucumán. Los minutos son preciosos. No puede existir demora. Salimos al camino y, como si la desesperación nos corriera, exigimos todo lo que el Valiant IV tiene, hasta llegar a Tucumán.

El acompañante viaja con la vista clavada en la temperatura de funcionamiento del motor. El fotógrafo no tiene nada que hacer, ni siquiera avisar la presencia de los "famosos burros del camino". Ellos, también, estaban durmiendo. La aguja del termómetro osciló, trepó, pero nunca fue vecina de la zona roja. Llegamos a destino y, una vez más, miramos el auto con respeto. En Catamarca, decidimos trepar por la cuesta del Portezuelo. La aguja del nivel de combustible estaba casi en cero. Llegamos a la estación de servicio...

- ¿Especial, señor?.

- No. Común. Lleno, por favor.

Con nafta común iniciamos un ascenso vigoroso, fuerte, en el que las primeras y segundas se suceden con las vueltas y revueltas de la trepada que aquella canción hizo famosa. Temperatura normal. Detonancia, no existe. En la cumbre se llenan los ojos de formas y el alma de silencio.

Luego del descenso, buscamos el tramo de pavimento recto, sin desniveles. Probamos con nafta común, la velocidad tope. Es casi la misma. Ha bajado a 147.540 km/h. Esto lo puede producir cualquier razón, cualquier motivo.
Del resto de las experiencias, las ilustraciones gráficas son prueba suficiente. Tanto del comportamiento del Valiant IV a la hora de doblar, en el ripio, como en la sorpresa de saltar, frente al lomo de burro inesperado, o al badén en el que nos traicionó la confianza y entramos a fondo.

Dentro de los resultados negativos anotamos tres: una pinchadura en Los Colorados; un reventón, con deformación de llanta , en las Salinas Grandes -accidente sin susto- y la protesta de nuestro fotógrafo, que insistía en que él era muy grande, o el espacio reservado a los pasajeros del asiento trasero, muy chico.

Antes de realizar las pruebas de autódromo, que por un lado considerábamos casi innecesarias y, por el otro, tentadoras, la personalidad del Valiant IV había adquirido caracteres definidos en función de tres rasgos: robustez, excelente velocidad de crucero y adaptabilidad a todos los escenarios.

El gran viajero nos guardaba una sorpresa. Tuvo lugar en el autódromo municipal. Como hay quien afirma que una fotografía vale por mil palabras, ilustramos lo acontecido. Se suma a ello el cuadro correspondiente a las pruebas de aceleración y resultados de las de frenaje, en su especial modalidad de "panic stops". Cuando el pánico sólo pide al auto que se detenga. Que es lo que los lectores deben estar pidiendo a quien esto escribe. Entonces cumplo.

Por Miguel Ángel Barrau

Valiant IV colección Salvat

Chrysler Valiant IV

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VELOCIDAD MÁXIMA 148.760 KM/H

ACELERACIÓN

0 - 80 Km/h

13s 3/5

0 - 100 Km/h

19s 4/5

0 - 120 Km/h

33s 3/5

TIEMPO PROMEDIO DE SOBREPASO

a un auto que viaja a 80 Km/h

14 s

a un auto que viaja a 90 Km/h

13 s

a un auto que viaja a 100 km/h

14 s

a un auto que viaja a 110 km/h

15 s

ERROR DE VELOCÍMETRO

Vel indicada Vel real
80 79.646
90 89.108
100 99.497
110 110.429
120 120.000
130 129.496
140 139.534

DISTANCIA DE FRENADO

a 80 Km/h
36 m
a 100 Km/h
51 m
a 120 Km/h
79 m
a 140 Km/h
111.50 m

CREEMOS JUSTO DECIR, EN HONOR A LA VERDAD, QUE ENTRAN MÁS CUERPOS EXTRAÑOS EN EL BAÚL, QUE EN EL VANO MOTOR. LO JUZGAMOS POR EL ASPECTO DE LIMPIEZA QUE OSTENTABA EL MISMO, EN CADA OPORTUNIDAD QUE REVISÁBAMOS AGUA Y ACEITE. TAMBIÉN, POR LA FORMA COMO CRUZAMOS ARROYOS, VADOS, Y AÚN PEQUEÑOS RÍOS, SIN QUE EL AGUA -QUE SE ELEVABA MÁS DE DOS VECES LA PROPIA ALTURA DEL AUTO- INTERFIRIERA EN NINGÚN MOMENT CON EL FUNCIONAMIENTO DEL MOTOR

Chrysler Valiant IV
Claro que la foto necesita explicación. Llegamos dispuestos a almorzar. Resultamos convidados. Luego vino de guitarreada y, después de malambo. Cuando llegamos a la conclusión que el homenajeado era cosa seria, entramos a averiguar. Claro, era el santiagueño Héctor Sierra. ¿El festejo?. El bautizo de su primer changuito. Lindo... ¿no?

Chrysler Valiant IV
Un nuevo modelo de luces posteriores de posición, que incorporan el stop, distinguen desde atrás al Valiant IV de su hermano más anciano el Valiant III. Al aplicarse la potencia a las ruedas motrices, el ripio sale despedido, como impulsado por una invisible honda

Chrysler Valiant IV
La trompa puede o no gustar. Nuestra opinión es por el sí. Enteriza, alberga los faros ubicados en los extremos opuestos y una simple parrilla, dividida en tres secciones. Paragolpes sobrios y eficientes, baguetas que no desdicen el principio de la elegancia: la sencillez. El pasado, que aún es presente, uncido el yugo, genera la comparación. Entre hoy y ayer, está la industria

Chrysler Valiant IV
Sí... por éste y otros muchos lugares como éste transitó el Valiant IV. Nuestra espera de aparición de ruidos y señales de destartalamiento fue vana. La integridad estructural del auto es excelente. La comodidad que brinda a los pasajeros, en función al piso, aun en los peores caminos, está a la altura de lo más exquisito de la materia

Chrysler Valiant IV
En zona de piedra suelta, cortada, filosa, se comportó con la eficacia de los buenos. Sólo cuando el camino se hacía demasiado trabado, el exceso de ejercicio de los brazos hacía recordar que existen direcciones de relación más directa

Chrysler Valiant IV
Esto, nos dijeron, nunca se debe hacer con un auto que no ha sido diseñado para tal trabajo. Nosotros, que somos cabeza duras, insistimos en que el trabajo del autódromo es idéntico al trabajo de ruta, sólo que más seguro. Allí no hay nadie que incomode, ni cruces, ni burros. Este es el curvón. Velocidad de entrada: la máxima que se alcanza a levantar, desde la horquilla del fondo. Tope: 140 km/h. Sobre la mitad de la curva el carburador tose, al quedarse sin nafta. El combustible, además, busca salir por la tapa del tanque. Y sale. De donde concluimos que la misma no es hermética

Chrysler Valiant IV

A LA HORA DE FRENAR, LAS COSAS NOS GUSTARON ALGO MENOS. CLARO QUE SE TRATABA DE "PANIC STOP" (DETENCIÓN POR PÁNICO) EN LAS CUALES LO ÚNICO QUE SE HACE ES HUNDIR EL PIE EN EL FRENO LO MÁS FUERTE POSIBLE, DEJARLO ALLÍ Y REZAR PARA QUE NO PASE NADA. DEBEMOS DEJAR CONSTANCIA, ADEMÁS, QUE LOS FRENOS, CON ANTERIORIDAD A ESTA PRUEBA, NO FUERON REGISTRADOS. SE ENCONTRABAN TAL CUAL LOS DISPONÍA EL AUTO, A SU REGRESO DEL "ROAD TEST", CONDICIÓN QUE SUPONEMOS NORMAL EN LA MAYORÍA DE LOS QUE CIRCULAN. UNA ESPECIE DE FACTOR COMÚN. LOS RESULTADOS REGISTRADOS SE CONSIGNAN EN EL CUADRO RESPECTIVO

Chrysler Valiant IV

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Road Test de autos argentinos de mas de 10 años de antigüedad
Por Gustavo Ernesto López
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